Confesión abierta
How dreary – to be- Somebody
How Public…
E. Dickinson
Es evidente que no existe ya una esfera de lo privado y, en todo caso, si aún existiera, tendría su razón de ser en el ejercicio constante de la publicación de sí mismo. Lo público está a la vista de todos, a expensas del juicio o interpretación de cualquiera.
Tiempo atrás se enseñaba que se debía acudir al confesionario para declarar al sacerdote lo que un individuo había hecho mal – nos referimos evidentemente a la práctica de la Confesión de la Iglesia Católica-. Hoy la realidad es distinta, el ámbito de lo privado ha quedado relegado; no existe una esfera de la realidad humana que se encuentre en lo oculto.
Nuestros valores de honestidad y lealtad no tienen ya una relación con la convicción individual y la tranquilidad, mismas que el confesor debía ejercer cuando acudía con el padre; antes bien, la valoración moral se relaciona directamente con el factor externo de la publicación de las actividades ordinarias o privadas.
Los portales de las redes sociales muestran al nuevo confesor la pregunta que habrá de detonar la posibilidad de ser deshonesto y desleal: ¿Qué estás pensando?, Escribe algo… La ambigüedad de dicho planteamiento confesional da lugar al vacío, es decir, a la oportunidad de escribir (en analogía con el escribir) cualquier cosa que no corresponda ni con la honestidad ni con la lealtad.
En este sentido nuestra escritura es un sinónimo del habla, esto es de la confesión. Escribimos con el afán de no decir nada, de no comunicar un mensaje preciso.
Desde luego y como consecuencia de lo anterior, no cumplimos ninguna penitencia: nadie nos ha dicho qué hacer después de ese raro, llano y simple decir. Nadie nos ha mostrado el camino de regreso, del acto de conciencia y contrición porque, aunado a lo anterior y como en una especie de aporía, nuestro tiempo juzga ese decir plano como una forma del compromiso.
No en vano los decires de lo que se denomina time line, memoria de lo efímero-eterno del arrepentirse y borrarlo todo. Si el acto de la conciencia y la contrición no tienen lugar en los confesionarios modernos es porque ambos ejercicios espirituales suponen la culpa y el arrepentimiento como formas de acceso al buen vivir. A pesar de eso nos confesamos, nos referimos a nosotros mismos en razón del otro que observa nuestra escritura, esto es, nuestro decir el secreto mientras que lo esotérico se diluye.

Molteni_Giuseppe – La_confessione
Descubre más desde Diógenes Laercio | Filosofía
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.