Manifiesto del suicidio

«El terremoto humano ha destruido mi corazón y todo en él expira.»

M.J.Oth.


1.El suicidio no es la negación de la vida. Por el contrario, es el ejercicio de decantación que la vida misma en su exceso y derroche ejecuta para hacerse patente.


2.La vida, entendida como el cúmulo de experiencias posibles de un individuo, y el suicidio como su ejecución máxima son el binomio del derroche y la riqueza. El triste o el doliente no son ejemplos de anormalidades débiles sino, más bien, ejemplos de una tristeza y un dolor excedidos, incontrolables, terriblemente fuertes.


3. La tristeza, el dolor, el desamor, el amor de lo imposible, etc., son emociones que un individuo limite puede utilizar como razones suficientes para acabar con su propia individualidad. Tristeza, dolor o desamor, etc., exceden las fronteras de quienes los experimentan, se derraman más allá de ellos mismos hasta volverse manantiales inagotables de experiencias infinitamente profundas que socavan todo el ámbito de la cotidianidad.


4. El suicidio es el rompimiento absoluto con todo lo habitual, con el curso normal de las cosas. El suicidio es atemporal, carece de duración. Si un espectador observa la caída de un cuerpo, solo puede darse cuenta de que lo que ocasiona ese desliz en el vacío es la gravedad, el curso de la naturaleza. El suicida no experimenta tiempo, en consecuencia no hay memoria del suicidio ni olvido del suicida.


5. El suicidio es una forma del olvido. El olvido es aquello que está fuera de todo orden temporal, es la experiencia de la nada. El suicida no olvida ni recuerda, es una espiral de experiencias inagotables, a mayor la curva más hondo el dolor, más profunda la tristeza.


6. El suicida y el suicidio es la realidad de lo no habitual. Suicidarse no es tirar el gatillo o abandonarse sin conciencia. El suicidio efectivo es la conciencia de la muerte como forma de depuración del exceso, como último recurso de resistencia frente al mundo.


7. El mundo de lo social y político condenan el suicidio por encontrarse más allá de los límites de lo racional. No reparan en que él es más emocional cuanto más racional. Frente a la verdad de que ya todo está concluido o acabado, la lógica de la partida, de la fuga o de la escapatoria.  Aquí no hay dios, no hay principio rector de lo real por encima de lo real; lo real es el principio mismo: la vida excedida.


8. Suicidarse es elegir la muerte como manifestación de una vida abandonada a sí misma, de un vida honda y sin salida. Todo ese precipicio de experiencias es la norma del suicida. La vida así se vive tan intensa como insoportable. Muero porque no soporto esta vida que me excede, que me llena, que me absorbe.


9. Todo el sentido de la vida es el siguiente: vivir a costa de todo/morir a a cualquier precio. Si de lo primero, cuanto más hermoso, bueno, horrendo, triste, doloroso, inabarcable o intenso; de lo segundo el suicidio es la alternativa.


10. El suicidio es el ejemplo paradigmático del caos, de la entrega y la resistencia a todo, por todo y de todo.


11. El suicida es ateo, no cree en nada ni en nadie, juega consigo sí mismo como en una espiral infinita: es el Dios que reta a Dios cuando éste último no está.


12. La contingencia es la necesidad. El suicidio es contrario a aquélla. Es la única elección sin remedio. De ahí que sea el acto más ético, profundamente moral y por lo tanto, más radical. 

Qué hondo y tremendo cataclismo, qué sombra y qué pavor en la conciencia y qué horrible disgusto de mí mismo.

M. J. Oth.
Manet

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Publicado por Diogenes Laercio

Estudié Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM. Cursé parte de la licenciatura en Letras Clásicas. Me dedico a la creación de contenido en redes y invito a todos a filosofar. He creado el podcast Filosofía en voz de Diógenes, Librería Rizoma en Instagram y el Proyecto de Divulgación de filosofía con el fin que el conocimiento esté más cerca de todos.

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