…la filosofía se está muriendo
y no puede hacerlo porque
todavía no ha cumplido su misión…
P. Sloterdijk
En los últimos años el denominado pensamiento crítico se ha vuelto el ideal de las sociedades del conocimiento y la tecnología. Se asocia el conocimiento en general pero específico (el saber tecnológico general con su propia especificidad: un ingeniero con especialidad en «x» o «y» cuestión de la ingeniería, etc.) con la aparente posibilidad de cuestionar el conjunto de enunciaciones que conforman ese saber y con ello de poner en entredicho el orden de las cosas. Pensar críticamente, se dice, es cuestionar un conocimiento, poner en duda la verdad de lo que acontece, dar lugar a una forma de reflexión. No obstante, parece extraño que dicho pensamiento crítico en cuanto se lleva a cabo se sitúe siempre al margen de aquello que cuestiona, al margen de aquello sobre lo que reflexiona, etc. De ese modo entramos en un círculo vicioso en cuyo juego la crítica se autodestruye, se autoaniquila, se suicida. Esto último asumiendo que la crítica es efectiva y no lo es.

Desde nuestro punto de vista el pensamiento crítico no es otra cosa más que la secularización de la filosofía y la declaración de guerra en contra de ella. Secularización en cuanto que se invita a pensar de forma externa y dando la espalda a la manera en que la filosofía aborda los problemas con todas y cada una de sus categorías y conceptos. Es preciso reflexionar en el contexto de ese pensamiento sin evocar el peso metafísico de la reflexión ética filosófica o de la filosofía política, etc. Lo mismo podríamos decir en analogía con la idea de dios, del bien, de la justicia, etc. La Crítica efectiva siempre fue filosófica y revolucionaria. Bastos ejemplos tenemos sobre lo dicho: Sócrates y su análisis del bien; Spinoza y su reflexión sobre la sustancia; Kant y el desmembramiento de la razón; Hegel y el esclarecimiento de la historia; Marx y el descubrimiento de la lucha de clases al margen del sistema económico; Nietzsche y la genealogía de la moral. La crítica filosófica nunca se situó al margen de lo que juzgaba, no hubo una pizca de nuetralidad en sus enunciaciones. La filosofía siempre ha sido una declaración de guerra, una manifestación de la inconformidad y del espíritu de revolución.
No nos queda a los filósofos otra opción más que declararnos a favor o en contra de la muerte de la filosofía en el contexto de un pensamiento crítico que la destruye y la oculta con el objetivo explícito de borrar su nombre de la historia para tomar la batuta del pensamiento laxo, neutral, conservador, anti-revolucionario.
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