A partir del libro de Filosofía Nahuatl de Portilla.
Más allá de lo que en términos generales podríamos entender por el concepto que designa política, cultural y geográficamente a una parte del mundo, es decir, occidente, es preciso considerar que dicha determinación engendra todo un conjunto de ideas, sentimientos, documentos, conceptos, etc., que le otorgan a los individuos una posición determinada en el mundo.
Acostumbrados a pensar la filosofía como un ejercicio racional que tiene su origen en el asombro de los primeros filósofos griegos, hemos hecho nuestra una idea unívoca del pensar humano que no da lugar a otras formas racionales de abordar los objetos de la realidad así como todo aquello que, sin tener consistencia material, existe.
El prejuicio de que la filosofía, en tanto que es uno de los más elevados ejercicios del espíritu humano, solo ha podido darse en el contexto de una cultura específica, parece contraponerse a la naturaleza misma del pensar.
En ese sentido, y sin afán de poner en tela de juicio la grandeza de la obra de Platón o de Aristóteles, existió del otro lado del mundo, lejos de la antigua Grecia, un ejercicio también racional que gozaba de un carácter poético y reflexivo. Con categorías que bebían de los manantiales de una visión de lo real independientes de la idea del ser o del logos.
¿Qué significa pensar desde el otro lado? ¿Qué implicaciones puede tener asumir el compromiso de pensar sin tener en consideración las categorías fundamentales de las grandes y célebres obras de la filosofía?
La pregunta despierta una inquietud difícil de contener, si tomamos en cuenta que fue precisamente eso lo que los filósofos griegos hicieron, entonces el asombro que dio origen al pensar filosófico habrá de tener matices y denominaciones distintas según sea la concepción de quien ha quedado boquiabierto frente a la infinitud.
Continúa…
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