Cuarta sesión del proyecto Invitación a la Filosofía.
Sean todas y todos bienvenidos a esta nueva sesión de nuestro pequeñísimo curso de filosofía. Antes de comenzar, quisiera aclarar que el hecho de que conozcamos más o menos bien lo que un personaje pensó, dijo o creyó sobre el mundo, no significa que nos encontremos justificados en saber filosofía. Uno puede tener en su memoria una gran cantidad de datos que no garantizan un saber.
Lo problemático del saber de la filosofía es que el saber mismo se encuentra en juego. No hay un saber de la filosofía, no hay un número definido de elementos que puedan garantizar que ése saber es un saber algo del mundo. Podemos tener claro qué escribió Platón en el Menón o en el Cratilo, reconocer que hay una serie de reflexiones que se atribuyen a Aristóteles o a algún otro personaje, etc. Sin embargo, eso solo es parte del saber filosófico, es parte de la institucionalización del saber dentro del cual se gesta el deseo amoroso por el saber mismo.
En ese sentido, sirvan estas palabras de advertencia. Para ser filósofo o filósofa es preciso situarnos más allá de aquello que se ha instituido políticamente como el saber de la filosofía, tal y como hemos visto en la figura de Pitágoras frente a quien le cuestionaba en qué arte o disciplina se había formado. A pesar de ello, no hay filósofo que no conozca la historia de su saber para construir sobre él, fuera de él o a través de él, una visión de lo real que atienda a la actualidad. En eso se funda nuestra invitación a la filosofía y, en este caso, nuestro deseo por mirar con Platón.
¿Para qué Platón? ¿Quién es Platón? ¿Qué hay en Platón? ¿Qué podemos decir de Platón? ¿Cómo responder a Platón? ¿Platón ha muerto? Tratemos de resolver dichas preguntas.
Talvez sea necesario preguntarnos para qué leer a Platón después de más de dos mil años en que sus pasos recorrieron la ciudad de Atenas. ¿Qué hay en esa figura, hoy enraizada en la cultura de lo que se conoce arbitrariamente como occidente, que pueda significar algo para nosotros? Pienso que lo que podemos leer en Platón se encuentra del otro lado de los márgenes de las páginas de cada uno de sus Diálogos. Por un lado, podemos constatar que el filósofo conduce las reflexiones más inmediatas e inquietantes del pensar humano hacia lugares insospechados del propio pensamiento. Su diálogo sobre la inmortalidad del alma (Fedón) o el que versa sobre el amor (Banquete) son prueba de que una inquietud común y cotidiana puede ser pensada desde lo que es más cercano a la experiencia y, posteriormente, elevado a un pretendido principio universal.
Por otro lado, la influencia que sus reflexiones tuvieron para los siglos posteriores no es difícil de rastrear. Se sabe que encontramos esquirlas de su propuesta filosófica en la interpretación de los asuntos cristianos, por decir un ejemplo. Más adelante trataremos de indagar más con respecto a esta cuestión.
Continúa…

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