Esta vez hemos estado juntos bajo el imperio multicolor del miedo, la incertidumbre, la nostalgia y la alegría. La pandemia se atraviesa a cada rato entre las voces de quienes hablamos, interrumpe, se hace notar, nos cuenta las horas, nos prevee del silencio de las tumbas.
Un altar con llamas vivas entre pétalos y velas, el pan de pueblo, los manjares insaboros, el agua seca del desierto, la fruta húmeda de árboles muertos, los dulces, las cruces de madera y cal, un cirio que baila al vapor del viento, las fotos de ellos, de sus cuerpos vivos entre tanto brillo y tanto seco.
¡Esto es cierto! La muerte no habita el cuerpo, ni lo espera, ni lo acaba, ni lo toma, ni lo mira como hijo suyo de regreso; camina a lado nuestro entre callejas, se acerca a veces entre sueños, dice cuentos y calaveras…

Cerca de los cantos que la evocan, cerca de las risas que se mofan, cerca de la cerca de los…
Descubre más desde Diógenes Laercio | Filosofía
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.