¿Cuerpo y salud?

Hoy quisiera hablar con ustedes sobre el cuidado propio y la filosofía. En los últimos años se ha vuelto un lugar común escuchar campañas publicitarias que abogan por la salud, que nos invitan a cuidarnos, que nos ofrecen productos y servicios que apuestan por el bienestar. Cuidarse al comer, cuidarse al establecer relaciones sexuales, cuidarse con el ejercicio del cuerpo, yoga, productos orgánicos, etc. Pero qué es lo que subyace a esa idea del cuidado, si lo que encontramos a la mano y en cualquier lugar es el despilfarro, es el exceso, es lo insalubre. Lo insalubre en los alimentos, en la imaginación, en el amor, en el aire negro. Lo insalubre, por paradójico que suene, en la salud. ¿Puede la filosofía ofrecer una alternativa a todo ello?


Hablar de la salud es un asunto que bien podría ser pensando desde el ámbito de la ética. Mucho se dice, se rumora y se evoca a la identificación de la tranquilidad interna con el bienestar corporal. Una mente sana es un cuerpo sano, es el eslogan de los que han apostado por lo insalubre. Como si todo ello no tuviera que ver con el compromiso, con la libertad, con la autonomía o, en resumen, con el tomarse a sí mismo como una obra de arte. Es precisamente esto último, el asunto del arte de uno mismo, lo que tendríamos que reflexionar.


¿Basta con que alguien se alimente bien, haga ejercicio, asista a terapia, etc., para que sea partícipe de la salud y el bienestar? Podríamos quizás aludir a los nombres de personajes siniestros de la historia para corroborar que eso no basta. Eichmman, el alemán, sicarios que se levantan a diario a ejercitarse en sus gimnasios privados, narcotraficantes que en sus ranchos se alimentan con vegetales de la más alta calidad, etc., y demás individuos que lo único que hacen ejercitarse física y emocionalmente mientras la podredumbre los cobija de pies a cabeza. La salud ha de comenzar con la libertad, un sujeto libre puede apenas vislumbrar ese camino.


La filosofía siempre nos contó algo de eso, vivir bien para las escuelas filosóficas no sólo tenía que ver con lo correspondiente a los procesos más inmediatos del cuerpo o del pensamiento. El buen vivir es el sinonimo del comprimido que el filósofo tiene consigo mismo, con su palabra, con sus actos, con su pensamiento, a través de la moderación, del desprendimiento, de la razón aplicada a la vida. «No debe haber demasiado sí o demasiado no, el equilibro es la filosofía», escribe Víctor Hugo en algún lugar.

Equilibrarse, saber mover la balanza, los pesos, las fuerzas que la mueven, el arte de identificar la intensidad de lo que subyace al movimiento pendular del cuerpo vivo. El cuerpo que mira el exceso de piel y se arroja, la imaginación o la razón que mirando el cielo se aventuran a crear, a sujetarse a sus concepciones y fantasías. No, queridos amigos, la salud es más que el alimento, más que el ejercitarse, más que los productos orgánicos y demás cosas del estilo.

La salud comienza con la autonomía, con el asumirse libre de gran parte de las determinaciones externas que lo sujetan a uno a prisiones de diverso tipo, porque fuera de ellas está la creación, el arte de uno mismo. En este sentido, es en el modelaje en el que podemos constatar cómo lo insalubre convive con una idea tergiversada de la salud efectiva. ¿Ustedes qué piensan?


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Publicado por Diogenes Laercio

Estudié Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM. Cursé parte de la licenciatura en Letras Clásicas. Me dedico a la creación de contenido en redes y invito a todos a filosofar. He creado el podcast Filosofía en voz de Diógenes, Librería Rizoma en Instagram y el Proyecto de Divulgación de filosofía con el fin que el conocimiento esté más cerca de todos.

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