Hoy quisiera compartir con ustedes una breve reflexión sobre la situación de la violencia en el mundo actual desde la filosofía.
¿Qué si hubo épocas de terror? ¿Basta con apelar a nuestra memoria histórica para no repetir el pasado que retumba? ¿Podemos resolver la pregunta por la causa de la crisis de violencia? ¿Qué hacer? ¿Cómo interrumpir su andar?
El terror no es un concepto, es una experiencia. Vivir en el terror es experimentar la vulnerabilidad de nuestro cuerpo y la fragilidad de nuestra voz frente la inclemencia de una realidad amenazante. El terror es la forma que toma la violencia cuando ha logrado instaurarse y devenir en soberana.
Preguntarnos por la causa de la violencia puede llevarnos a un laberinto sin salida. ¿Cuándo surge lo violento o de dónde proviene? A mí parecer dichas cuestiones escapan a los límites de la razón, aunque paradojicamente, la violencia implique un cierto grado de racionalidad y no de instinto. Lo que me parece más enigmático de la violencia es que cuando acontece y es llevada a cabo el ambiente se enrarece, el orden natural del tiempo se interrumpe, la lógica de la palabra se difumina. La violencia hace del silencio su lenguaje y de la intermitencia su ritmo. Es por todo eso que la violencia no es un concepto comprensible sino una experiencia razonable, un fenómeno, es decir, un aparecer ante los sentidos. Carece de una sustancia que permita identificarla de forma plena, aunque cada vez que se ejecuta lleva consigo los mismos matices y colores, a saber, los de la sangre, los de los cuerpos muertos, los nombres mutilados de sus víctimas. Es el fenómeno paradigmático de nuestro tiempo y es digno de ser pensado.

El ser humano es el único individuo que lleva a cabo la violencia, él es quien la ejecuta, quien la sostiene y quien la reproduce. La causa de ella no se encierra en la esencia oculta de aquél ni en su instinto, como recuerdo de su aparente pasado de bestia, sino en su deseo de hacerla patente, de traerla a cuenta, de practicarla. De ese modo, en el deseo se encuentra la responsabilidad. Es decir el querer lo violento o en negarlo. No existe una explicación psicológica posible, porque a pesar de todo, quien la ejecuta no es un ser extasiado que calcula, que actúa con sigilo y que se oculta para huir, es, por el contrario, un sujeto que decide :un ser que responde por sus actos.
Los sujetos que tomaron partido por la destrucción, la muerte y el caos se han reproducido con sigilo, la sociedad no está podrida – como dicen quienes abstraen de ella a lo humano para justificarlo -. Lo humano se ha ahogado en la hondura de sus propias aguas. El orden del terror es el orden de lo humano. Cada uno contribuye, cada uno pone su grano de arena. Peliculas, cine , música, pornografia, tráfico de drogas y de armas, de órganos y seres. En el orden del terror todos nos encontramos temerosos porque la vida es un juego de azar, la ley se suspendió por algún tiempo, ¿el tiempo? El tiempo no es lineal ni continuo, se suspende cuando alguien muere, cuando un cuerpo más fue desplazado por otro y otro y otro. En el orden del terror todo es sensación y cuerpo.

El lenguaje o el pensamiento, quizás vengan después, quizás regresen después. No basta con un no que sale de la boca contra lo violento, es necesario un replanteamiento de todo lo que es humano, de todo lo que se ha destituido a través de las décadas por la violencia. ¿Y qué pasa cuando alguien muere en las manos del otro que siempre es una amenaza? La justicia, que se sujeta al orden de lo real, parece no bastar, porque en el territorio de la violencia, lo horrendo supera lo real.
¿Justicia? ¿Qué es eso? Ha muerto asesinado, violentada, ultrajado, degollada. Habría que repensar la justicia cuando su noción que está acotada en el ámbito jurídico, no restituye, no reorganiza, no instituye nada nuevo y nunca basta. Nunca ha sido suficiente el castigo porque es mayor siempre el perjurio. No hay condena que suficiente porque lo que siempre estuvo en juego es la vida. La vida que no sabemos bien a bien qué es, cómo se vive, porque tenemos miedo, porque en el territorio del terror la vida está en suspenso. ¿Qué podemos hacer?
La paz se busca en un estado de guerra, nosotros nos encontramos en estado de excepción y de urgencia. Que en el espacio político prevalezca la vida sobre la sombra de lo violento. Con Cantos y gritos, con danzas y gente que instauren el campo del otro, que la memoria no falle y que el terror se desvanezca con los nombres de los que se fueron, con la resistencia de los que vivieron.
Bibliografía recomendada
Sofsky, Wolfgang, Tratado sobre la violencia.
Derrida, Jacques, Autoinmunidad, suicidios simbólicos y reales.
Levinas, Emmanuel, Algunos apuntes sobrela filosofía del hitlerismo.
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