Mi primer texto post cirugía
Hace una semana fui sometido a una cirugía de apendicitis aguda de fase 4 y a decir del cirujano sería una “operación complicada”. El malestar, el dolor y la premura se hicieron patentes e imposibilitaron toda reflexión profunda sobre lo que podría pasar. El pensamiento -en ese momento- parece no poder atender a la máxima complejidad de sí mismo y se ve rebasado por la corporalidad.
Sin embargo, uno no puede negar que algo siente, que algo en el terreno de lo emocional se despierta en torno al futuro de la propia vida. Esa incertidumbre no es una idea, emana del cuerpo y él gesta en situaciones así un orden distinto de ideas que dan lugar en mayor o en menor medida al temor a la muerte.
Es como si el cuerpo cargara de contenido la idea. Aunque en el pensamiento siempre existe la noción de nuestra propia finitud, parece que no se informa sino hasta que una situación límite al nivel de lo corporal la cargara de contenido. Había pensado en la muerte antes, pero la idea estaba vacía. No había sentido la muerte, el temor a la muerte.
En ese sentido considero que ese temor no puede entrenarse o disminuirse cuando lo corporal ha establecido su soberanía. En la comodidad de una cama o de un escritorio uno puede decir que no teme a la muerte porque en ese contexto es una abstracción.
Cuando Platón habla del aprender a morir del filósofo lo dice desde el punto de vista de la pura idea, sin considerar el ámbito del dolor y su relación con el cuerpo, por eso el amante de las eidos debe aspirar a ese mundo supra terrenal y es posible acceder a él (teóricamente).
No obstante, el temor a la muerte habita todo lo corporal, pero esa misma noción cargada de contenido parece motivar de alguna manera al cuerpo para su propia resistencia.
Mi madre me preguntó minutos antes de irme al quirófano si tenía miedo, le respondí que no. Y en efecto, no lo tenía, no podía tenerlo, si ubicamos mi respuesta en el terreno de la racionalidad, del puro pensamiento. Pero en el ámbito de lo corporal el temor a la muerte se siente, recorre todos nuestros rincones internos.
Descubre más desde Diógenes Laercio | Filosofía
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
