La historia de la Academia de Platón: de la filosofía a la mística


Cuando Platón fundó su Academia en un jardín consagrado a Academo, hacia el año 387 a. C., probablemente no imaginaba que había puesto en marcha la primera institución filosófica de Occidente, una que duraría casi nueve siglos. Allí, entre estatuas y olivares, los discípulos no solo estudiaban filosofía: también se adiestraban en matemáticas, geometría, astronomía y retórica, pues Platón concebía el saber como una formación integral (paideia). La entrada al lugar es recordada porque llevaba una inscripción famosa: “Que no entre aquí nadie que no sepa geometría”.

La historia de la Academia suele dividirse en etapas o generaciones, cada una marcada por un giro en las ideas, los métodos y los problemas filosóficos. Aquí te presento una breve introducción a su historia.

La Antigua Academia (387 – 347 a. C.)

En vida de Platón, la escuela fue el centro de la especulación filosófica más avanzada de su tiempo. Allí se desarrollaron la teoría de las Ideas, el dualismo entre mundo sensible e inteligible y la aspiración a un conocimiento universal.

Tras la muerte de Platón, su sobrino Espeusipo tomó la dirección, y más tarde Jenócrates, ambos fueron quienes dieron continuidad a la obra del maestro, aunque introdujeron cambios: Espeusipo, por ejemplo, intentó prescindir de las Ideas como entidades separadas y fundamentar todo en principios numéricos.

La Academia Media (347 – 266 a. C.)

Con Arcesilao se produce un giro radical: la Academia se vuelve escéptica. Inspirado en la tradición socrática, Arcesilao defendía la imposibilidad de alcanzar un conocimiento cierto y recomendaba la suspensión del juicio (epoché). Según Cicerón, los académicos de esta época se limitaban a discutir y a refutar, sin ofrecer dogmas firmes (Academica, II). La herencia de Sócrates, que siempre dejaba las cuestiones en duda, volvía así al centro del debate.


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La Nueva Academia (266 – 86 a. C.)

En el siglo II a. C., Carnéades llevó el escepticismo a su punto más sofisticado. Negaba que el ser humano pudiera alcanzar la verdad absoluta, pero reconocía que era posible guiarse por lo verosímil o probable (pithanon). Esta doctrina permitía actuar de manera razonable sin necesidad de certezas absolutas. Los romanos quedaron fascinados: Cicerón mismo fue un gran difusor de las ideas académicas, considerándolas más flexibles que las rígidas doctrinas estoicas.

La Academia Neoplatónica (siglo IV – 529 d. C.)

Siglos más tarde, en un contexto ya dominado por el cristianismo, la Academia resurge con fuerza en clave mística y religiosa. Filósofos como Plotino, Porfirio, Jámblico y Proclo reinterpretaron a Platón a la luz del pitagorismo y el aristotelismo, concibiendo el universo como una emanación jerárquica que conduce desde lo múltiple hacia “lo Uno”, el principio supremo de toda realidad.

La Academia neoplatónica se convirtió en un refugio de espiritualidad pagana frente a la expansión del cristianismo. Finalmente, en el año 529 d. C., el emperador Justiniano ordenó su clausura definitiva, prohibiendo la enseñanza de la filosofía pagana en el Imperio Bizantino. Con ello terminaba una de las instituciones más influyentes de la historia intelectual de Occidente.

Legado

La Academia platónica no fue una escuela uniforme, sino un laboratorio de ideas en perpetua transformación. Pasó de la doctrina de las Ideas al escepticismo crítico, y de ahí a la mística del neoplatonismo. Como señala Werner Jaeger en Paideia (1933), Platón había concebido la filosofía como una “educación del alma” que debía perdurar más allá de una vida individual. Y lo consiguió: la Academia fue, durante siglos, el lugar donde Grecia pensó su propio destino intelectual.



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Publicado por Diogenes Laercio

Estudié Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM. Cursé parte de la licenciatura en Letras Clásicas. Me dedico a la creación de contenido en redes y invito a todos a filosofar. He creado el podcast Filosofía en voz de Diógenes, Librería Rizoma en Instagram y el Proyecto de Divulgación de filosofía con el fin que el conocimiento esté más cerca de todos.

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