Una de las experiencias más significativas y de alcance casi universal es la relacionada con el desamor. Todo ser humano que haya amado alguna vez, ha sentido también el caos en su interior cuando se ve frente a una ruptura amorosa.
De ahí que sea sumamente complicado para cualquier individuo poder hacerle frente a la caída de uno de los templos interiores más significativos en su historia personal. Aunado a ello, no hay algún remedio casero o científico que pueda parar la crisis existencial que se avecina con el desamor.
El arte suele ser una buena salida para las experiencias dolorosas de la existencia por sus formas de representar lo que acontece en el interior de lo humano. Sin embargo, hacer uso de la filosofía como antídoto es quizás mucho más profundo y poderoso para el individuo.
La reflexión filosófica sobre el desamor no solo depuraría la tristeza sino que pondría en tela de juicio la concepción misma del amor que cada uno tiene para descifrar lo intrincado y problemático de las expectativas individuales. En muchas ocasiones es la puesta en marcha de un ideal inalcanzable lo que alienta los amores frustrados.
Por otro lado, habría que plantear también las cuestiones relacionadas con el manejo de los recuerdos como herramientas de construcción de sentido y como elementos que permitan distinguir lo que llena de vitalidad y lo que no, como escribiría en cierto sentido Spinoza.

Una cuestión que no es menos importante sobre el impacto del desamor en la vida individual está relacionada con identificar el papel o disposición que tiene cada uno los individuos en el mundo y que participan de una relación amorosa. Es frecuente observar cómo personas sin un anclaje fuerte al mundo material y a lo real pueden construir relaciones amorosas sobre castillos de arena y ficciones.
Todas las preguntas y elementos que rondan la experiencia amorosa pueden ser objeto de reflexión filosófica siempre que se piense a la filosofía como el puente hacia lo objetivo y la plenitud. Sobre todo si consideramos que una reflexión filosófica de este orden no solo pondría en jaque la visión propia del amor, también porque gracias a ello constituiríamos un horizonte más pleno.
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