Mirémonos a la cara. Nosotros somos hiperbóreos, -sabemos muy bien cuán aparte vivimos. «Ni por tierra ni por agua encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos»; ya Píndaro supo esto de nosotros. Más allá del norte, del hielo, de la muerte – nuestra vida, nuestra felicidad… Nosotros hemos descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros encontramos la salida de milenios enteros de laberinto.
¿Qué otro la ha encontrado? ¿Acaso el hombre moderno? «Yo no sé qué hacer; yo soy todo eso que no sabe qué hacer» – suspira el hombre moderno. De esa modernidad hemos estado enfermos, – de paz ambigua, de compromiso cobarde, de toda la virtuosa suciedad propia del sí y el no modernos. Esa tolerancia y largeur de corazón que «perdona» todo porque «comprende» todo es scirocco para nosotros. ¡Preferible vivir en medio del hielo que entre virtudes modernas y otros vientos del sur!…

Nosotros fuimos suficientemente valientes, no tuvimos indulgencia ni con nosotros ni con los demás; pero durante largo tiempo no supimos a dónde ir con nuestra valentía. Nos volvimos sombríos, se nos llamó fatalistas. Nuestro fatum – era la plenitud, la tensión, la retención de las fuerzas. Estábamos sedientos de rayo y de acciones, permanecíamos lo más lejos posible de la felicidad de los débiles, de la «resignación»… Había en nuestro aire una tempestad, la naturaleza que nosotros somos se entenebrecía – pues no teníamos ningún camino. Fórmula de nuestra felicidad; un sí, un no, un línea recta, una meta…
Cita de Nietzsche en El Anticristo
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