Introducción: el hechizo del pensar
Muchas veces pensamos en la magia como algo del folklore, de los cuentos o de mundos fantásticos. Pero ¿qué ocurriría si la magia no sólo fuese materia de historias, sino una lente filosófica para pensar lo real, lo oculto y lo posible? En esta entrada exploraremos la misteriosa relación entre magia y filosofía: cómo han dialogado, en conflicto o en complicidad, para darnos herramientas para repensar la realidad, el conocimiento y el poder.
¿Qué entendemos por “magia”? un puente hacia lo oculto
Para empezar, conviene precisar qué llamamos “magia”. En su artículo “Magic” para la Routledge Encyclopedia of Philosophy, la magia es entendida como el arte de influir sobre la naturaleza mediante poderes ocultos.
Aleister Crowley, figura central del ocultismo moderno, la definió como:
“the science and art of causing change to occur in conformity with will”
(la ciencia y el arte de provocar cambios conforme a la voluntad).
Aquí ya vemos una confluencia con nociones filosóficas clásicas: voluntad, causa, cambio, poder.
Además, en el Renacimiento, Heinrich Cornelius Agrippa sostuvo que la magia verdadera —que él llama philosophia occulta— es la “perfección absoluta de la filosofía” (en su obra De Occulta Philosophia) y que revela correspondencias entre lo natural, lo celestial y lo divino.
Para Agrippa, la magia no era brujería supersticiosa, sino una sabiduría integrada, un sistema en el que la filosofía, la teología y la astrología se entrelazaban.

Filosofía, magia y racionalidad: tensiones históricas
La relación entre filosofía y magia ha sido conflictiva desde la Antigüedad hasta nuestros días. Algunas tensiones fundamentales:
2.1 Magia como superstición, filosofía como razón
Con el advenimiento del pensamiento racional moderno, la magia fue frecuentemente relegada al campo de lo supersticioso, lo irracional. Pensemos en el Siglo XVIII: los intelectuales de la Ilustración veían la magia como residuo de pensamiento primitivo, incompatible con la ciencia y la filosofía racional.
Muchos filósofos modernos adhieren a esa línea: para ellos, sólo aquello que puede someterse a evidencia, lógica o experimentación puede legitimar conocimiento. Desde esa perspectiva, la magia —entendida como intervención oculta— yace fuera del campo legítimo del saber.
2.2 Rehabilitación contemporánea: filosofía de lo esotérico
Sin embargo, en el siglo XX y XXI han resurgido filosofías del “misticismo”, “lo oculto” o la “magia simbólica” como dimensiones simbólicas, estéticas o epistemológicas. Arthur Versluis, en The Philosophy of Magic, propone estudiar la magia no tanto como un poder real sino como un símbolo, una praxis de transformación interior y cultural.
Estos enfoques buscan rescatar la magia como metáfora para explorar la imaginación, el mito, el inconsciente y el lenguaje simbólico.
Tres ejes de diálogo: magia como epistemología, ética y poética
Para ilustrar cómo filosofía y magia pueden entretejerse, aquí tres ejes deberíamos considerar:
3.1 Magia como epistemología simbólica
¿Podemos pensar la magia como una forma de conocimiento distinto? En lugar de descartar los “rituales”, los símbolos y arquetipos como irracionales, podemos verlos como formas de epistemología simbólica: modelos que enseñan algo sobre lo humano, lo inconsciente, la imaginación.
Por ejemplo, el filósofo Neel Burton argumenta que los rituales mágicos pueden funcionar como catalizadores de la atención, concentración, y metafóricamente “hacer visible lo invisible” psicológico.
Así, la magia no estaría reclamando realismo literal (es decir, que realmente pasa algo sobrenatural), sino construyendo estructuras simbólicas que nos ayuden a pensar mundos interiores, conexiones, fuerzas desconocidas.
3.2 Magia como ética de la voluntad
“¿Quién tiene derecho a usar la magia?” — esa pregunta nos arrastra hacia asuntos éticos. Si la magia (o el poder simbólico) presupone voluntad, intención y transformación, entonces su uso ético importa.
Evelyn Underhill, en su clásico Mysticism, distingue entre magia como intento de imponer la voluntad sobre lo espiritual (lo que ella considera peligrosa) y misticismo como abandono amoroso de la voluntad ante lo divino. Bajohill no considera “magia blanca vs negra” una división importante: toda magia tiene riesgo moral.
Ese contraste abre un debate filosófico: ¿puede la voluntad actuar sin egoísmo, sin coerción? ¿Qué límites éticos tiene una práctica que busca cambiar el mundo?
3.3 Magia como poética del mundo
Finalmente, magia y filosofía pueden converger en la poética: ver el universo como portador de signos, símbolos, correspondencias. En la tradición hermética y neoplatónica, el cosmos es un libro simbólico que el mago-filosófo descifra.
Agrippa, otra vez, habla de virtudes ocultas en minerales, plantas, estrellas: una red simbólica que sólo puede captarse por quien cultiva la sensibilidad filosófica.
Esa visión resuena con cierta filosofía contemporánea de lo simbólico: el mundo no es solo mecanismo físico, sino texto, metáfora, símbolo.
¿Dónde queda la magia en el mundo moderno?
Una objeción práctica: “Pero hoy sabemos más de física, biología, química… ¿tiene sentido hablar de magia?”
Aquí entra una propuesta intermedia: admitir que, mientras la magia literal (como cambiar un objeto material mediante ritual) es difícil de defender, la magia simbólica, psicológica y cultural puede funcionar. En ese sentido, algunos filósofos contemporáneos exploran cómo ciertas tecnologías, narrativas o experiencias limítrofes adquieren “aura mágica” (pensar, por ejemplo, en la fascinación que la Inteligencia Artificial suscita como magia moderna).
Incluso la física cuántica ha sido invocada en debates filosóficos desde esa perspectiva: el artículo Quantum Mechanics, is it magic? discute cómo algunos aspectos de la mecánica cuántica violan intuiciones clásicas (localidad, causalidad) y la llaman “magia” en sentido metafórico.
Así, la magia puede servir hoy como lente crítica para revisar lo que damos por natural, lo que consideramos causal y lo que llamamos “lo real”.
Conclusión: magia como filosofía vivida
La relación entre magia y filosofía no es caprichosa: ambas comparten el deseo de penetrar los velos de lo visible, de preguntar “¿qué puede ser?” en lugar de quedarse en “lo que es”. La magia, entendida simbólica o transformativamente, puede reactivar el asombro filosófico: invitarnos a pensar lo invisible, a reconocer lo misterioso en lo cotidiano.
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