¿Cómo luchar absurdamente contra el capitalismo? Rosalía, Dua Lipa y Bad Bunny


En los últimos días he estado reproduciendo los grandes éxitos de Dua Lipa, algunos de Rosalía, incluso de Bad Bunny y otras tantas estrellas de la música actual. Me ha parecido curioso que en el último disco del conejo malo haya alusiones y referencias a una especie de resistencia del territorio frente al despojo, o algo similar y, en lo que respecta a Rosalía, el anuncio de un disco que evoca la espiritualidad tiene tintes sospechosos. Dua Lipa, por su parte, tiene un club de lectura y videos en YouTube conversando con los autores de algunos libros que leyó: interesante.

¿Cómo uno podría creer que desde el interior de una de las industrias más acaudaladas del mundo se apele a esos tópicos? ¿Por qué tres cantantes de esa magnitud pueden hacer convivir la máxima superficialidad del glamour con las causas de las periferias, la lectura o la propuesta filosófica espiritual de Weil?

Aunado a ello, que sean los que más representan el glamour quienes cobijen -aunque de forma superficial- ciertos movimientos, intereses o inquietudes, no es poca cosa, si consideramos que el glamour se sostiene gracias a la enorme luz que se irradia desde ese pedestal, si consideramos el gran alcance que puede tener una celebridad a nivel mundial y, por otro lado, si no olvidamos que cada uno sus movimientos se miden por su capacidad de monetización.


Creada con Chat GPT

En ese sentido, si en la esfera de lo personal esos cantantes tienen gusto por ciertos temas, no es debatible ni cuestionable. Sin embargo, en el ámbito público sus intereses personales adquieren otros tintes, se ponen a la vista de la colectividad como moneda de cambio so pretexto de su música. Sería inocente creer que tales productos culturales tengan como fin la difusión de ideas revolucionarias, la búsqueda del sentido de la existencia o la pregunta por la condición humana.

Sobre todo cuando el cantante no se compromete con sus dichos ni toma una postura con respecto a las implicaciones de los tópicos que ellos mismos ponen en la mesa. Rosalía, por ejemplo, no quiso tomar posición en torno a lo que acontece en Palestina y, antes bien, decidió publicar en redes sociales un mensaje con ánimos de neutralidad. La razón es obvia, su carrera se vería afectada, si desde los ámbitos más elevados de la industria cultural de la música el cantante opta por manifestar su apoyo a una lucha o idea contraria a la esperada.

De ese modo, podríamos caer en la cuenta de que lo que el cantante trae a colación en sus producciones musicales de alguna manera ha sido filtrado por la industria y se le concibe como algo que merece ser escuchado, no por su carácter espiritual, estético o político, sino porque es parte de un proceso de neutralización o secularización y, simultáneamente, de monetización.

Frente a eso, el único elemento que tenemos a la mano es la posibilidad de pasar de largo o, incluso dar la espalda, a aquello que se sitúa en el orden de lo promocional. Cero reproducciones de Rosalía, cero de Dua Lipa, cero de Bad bunny. La anulación directa de todos aquellos que enmarquen su obra musical en el terreno de lo ideológico y de la secularización de lo que es auténticamente serio y fundamental.

La lucha es absurda, pero justo por eso hay que empezarla.


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Publicado por Diogenes Laercio

Estudié Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM. Cursé parte de la licenciatura en Letras Clásicas. Me dedico a la creación de contenido en redes y invito a todos a filosofar. He creado el podcast Filosofía en voz de Diógenes, Librería Rizoma en Instagram y el Proyecto de Divulgación de filosofía con el fin que el conocimiento esté más cerca de todos.

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