De la colección En la urbe de Clemente Vera
Entre hojarasca
de lluvia y de granizo,
entre desechos de labios
ahumados,
de bocas hambrientas
y huellas efímeras
de gente que pasa y se queda;
entre la sombra
de un árbol
que me acoge en silencio
y las horas que tuestan
mi piel mortecina,
estoy sentado,
como vigía,
miro cómo el tiempo
– la vida –
centuplica sus formas
absorbiendo con sigilo
mi sangre que hierve,
mis huesos quemados,
mi palabra apagada
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