Influencers filosóficos


Con la llegada de las redes sociales cambió el modo en que se trasmitían los mensajes, el conocimiento y demás información. De la misma manera, la aparición de los influencers marcó la pauta de cómo se lograría llegar a nuevos públicos y a establecer nuevas dinámicas de aproximación a los intereses individuales o colectivos.

Así los influencers, como en el pasado los presentadores de los grandes canales televisivos y estaciones radiofónicas, no solo se han ganado un lugar especial en lo que respecta a las ventas de una marca, también tienen la posibilidad de mostrar el camino que se debe seguir, si se desea tener, comprar, hacer o ser alguien. La diferencia entre el pasado y el presente se cifra en la posibilidad que tiene cualquier usuario de las redes para llegar a ser influencer.

Por otro lado, es preciso decir que este nuevo personaje debe lograr que quienes miren sus videos, vean sus fotografías, lean su blog, etc., se identifiquen con él, no en tanto individuos, sino en tanto que comparten gustos, deseos o, su visión general del mundo. De ahí que a ese grupo de usuarios se le denomine comunidad y que existan tantos tipos de comunidades como gustos hay en el mundo.

No obstante, hasta hace no mucho se consideraba que la filosofía y demás disciplinas humanísticas no tenían cabida en el espacio virtual. Pero este juicio provenía, no de las redes sociales, sino de la forma en que se encuentra constituido ese tipo de saber. La historia y la tradición cultural se han mantenido celosas de lo que albergan sus muros de libros y sus sectas académicas no concebían la posibilidad de abrirse paso en el presente.

Aunado a ello, habría que considerar el supuesto carácter crítico con que tales disciplinas miran el papel del internet; su crítica es tan marxista como nostálgica. Lo primero en tanto se supone la idea del papel ideológico que juegan las redes en el capitalismo; lo segundo en tanto se abrazan a formas de escribir, de pensar y de reflexionar que se han momificado. No debería extrañarnos entonces cómo se trata con desdén a quienes han decidido ser influencers de las disciplinas humanísticas.

El influencer filosófico en particular contraviene los principios subyacentes de la tradición. Parece inconcebible que los grandes y antiquísimos temas de la filosofía puedan comunicarse en videos de un minuto, en entradas de blogs, en tuits, en stories de Instagram, o en un podcast. Inimaginable también que él pueda vivir de la promoción de sus clases a un público no especializado; que pueda, a través de la filosofía, hacer un negocio (como alguna vez lo hizo Tales).

Este prejuicio no proviene de quienes consumen el contenido en las redes y que miran con optimismo que –¡por fin!– hayan encontrado filosofía, libros, literatura o poesía en medio de tanta podredumbre, sino de quienes no logran llegar a los ojos y oídos de nadie, más que a los de su secta de académicos.

Sobra decir que el filósofo y filósofa deberían observar en las redes la oportunidad de hacer valer su palabra (como alguna vez, con cierta arrogancia hizo Pitágoras al decirse a sí mismo filósofo); de hacer presente su saber, y de hacer que se escuche su sigiloso y fino pensamiento.


Estos sí son influencers


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Publicado por Diogenes Laercio

Estudié Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM. Cursé parte de la licenciatura en Letras Clásicas. Me dedico a la creación de contenido en redes y invito a todos a filosofar. He creado el podcast Filosofía en voz de Diógenes, Librería Rizoma en Instagram y el Proyecto de Divulgación de filosofía con el fin que el conocimiento esté más cerca de todos.

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