Enumera cinco cosas que se te den bien.
Mi abuela paterna decía que cuando era un niño mis ojos revoloteaban entre las cosas y me quedaba como abstraído, centrado en los objetos. Quizás desde entonces la filosofía se había instaurado en mí.
Después recuerdo que me gustaba fijar mi atención en lo que mis compañeros del salón no veían y prefería guardar silencio siempre para observar mejor lo que pasaba. El silencio se me ha dado bien desde entonces. Sí hablo, pero soy serio, reservado, prefiero la secrecía.
Tengo un amigo con el que escribía canciones y poemas cuando cursábamos la secundaria. Teníamos cada uno un cuaderno que después devino en uno solo que compartíamos y nos llevábamos a casa. Al otro día en el receso leíamos nuestras historias, versos y frases: «Este trata sobre la muerte, este sobre esa niña, este sobre un sueño.” La escritura es también un símbolo de lo que soy.
Quise aprender a tocar piano, pero no se pudo. Fui baterista en la banda del rock que formamos mi hermano y unos amigos; después aprendí a tocar guitarra y hasta fuimos parte de un grupo de música guapachosa. Ahí yo tocaba las percusiones y siempre perdía el ritmo, todos lo perdíamos, terminaba escuchándose horrible pero la canción no desistía en su intento por sonar a pesar de los músicos ensimismados que éramos.
Aunque serio, me gusta tomar la palabra, decir lo que es necesario, hablar con la razón en la mano sin que por eso tenga que ser un dogmático. Tal vez por eso en las redes hay quienes creen en lo que digo porque lo que digo es en lo que creo.
Saecula saeculorum
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Mira tú, he aprendido una palabra nueva y he disfrutado con un texto. Secrecía. Qué gran palabra, la verdad.
Y me ha gustado mucho tu frase final
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