Cuando Albert Einstein murió en 1955, un libro descansaba sobre su mesa de noche: Ética, de Baruch Spinoza. No era un texto de física, ni un tratado técnico: era una obra filosófica escrita en el siglo XVII por un pensador excomulgado de su comunidad, cuya idea de Dios cambiaría para siempre la historia del pensamiento occidental. ¿Por qué un físico del siglo XX —probablemente el más famoso de todos los tiempos— leía a Spinoza antes de morir?
La respuesta está en la profunda afinidad intelectual y espiritual que Einstein sentía por la visión del mundo de Spinoza.
Dios no juega a los dados… pero tampoco escucha tus súplicas
Spinoza escribió Ética en un estilo geométrico, es decir, matemático, que buscaba construir una visión racional del universo y del ser humano. Para él, Dios no era una persona, ni un creador externo, sino la totalidad de la naturaleza misma: una sustancia infinita, eterna y necesaria. Dios es el universo; todo lo que existe es una expresión de esa única realidad.
Einstein adoptó esta idea con entusiasmo. En 1929, en una carta al rabino Herbert S. Goldstein, escribió:
“Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la armonía ordenada de todo lo que existe, no en un Dios que se interesa en el destino y las acciones de los seres humanos.”
Este “Dios de Spinoza” no responde plegarias ni interviene en milagros. Es la belleza de las leyes naturales, la elegancia de las ecuaciones que gobiernan el cosmos. Para Einstein, que había dedicado su vida a descubrir esa armonía en el lenguaje de la física, la concepción de Dios como razón cósmica impersonal tenía mucho más sentido que cualquier forma tradicional de religión.

Una espiritualidad sin superstición
Einstein no era religioso en el sentido clásico. Detestaba la superstición y la idea de un Dios que premia o castiga. Pero nunca fue un materialista radical. En su ensayo La religión y la ciencia (1941), escribió:
“El sentimiento religioso del científico adopta la forma de un asombrado respeto por la estructura racional de la realidad… Es este sentimiento lo que guía su trabajo.”
Aquí es donde Spinoza entra en escena. Ética no solo ofrece una visión del universo como una totalidad racional, sino que también propone una ética basada en el entendimiento, la libertad interior y la alegría. Para Spinoza, la sabiduría consiste en aceptar la necesidad de las cosas y aprender a vivir en armonía con la naturaleza.
Einstein, que también buscó esa serenidad intelectual, encontró en Spinoza algo más que una teoría: encontró una forma de vida.
El último libro
Que Ética haya sido el último libro que acompañó a Einstein no es un simple dato curioso. Es una señal poderosa. El científico que revolucionó la física moderna cerró su vida acompañado por un filósofo que, siglos antes, había tratado de hacer lo mismo con la filosofía.
Quizás, al final de su vida, Einstein no buscaba más respuestas científicas, sino una comprensión más profunda del lugar del ser humano en el universo. Y quién mejor que Spinoza para ofrecer esa perspectiva.
¿Te interesan estos cruces entre ciencia y filosofía?
Suscríbete al blog para más historias donde el pensamiento cambia la forma en que vemos el mundo.
Descubre más desde Diógenes Laercio | Filosofía
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
EL DIA QUE ASIMILEMOS EL CONCEPTO DE DIOS COMO LO LOGRO SPINOZA, EL MUNDO PODRA ESTAR UN POCO MAS EN PAZ. GRACIAS POR COMPARTIR TANTA SABIDURIA.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias por compartir tu idea 💛
Me gustaMe gusta