Introducción: más allá del meme y el estigma
En los últimos años, el término incel —contracción de involuntarily celibate, “célibe involuntario”— ha pasado de ser una etiqueta en foros de internet a convertirse en un concepto social y cultural que merece atención filosófica. Se refiere a hombres, en su mayoría jóvenes, que se definen a sí mismos como incapaces de tener relaciones sexuales o afectivas con mujeres, pese a desearlas intensamente.
Pero más allá de la superficie mediática —la misoginia, la frustración y la radicalización en comunidades digitales—, el fenómeno incel revela algo más profundo: una crisis existencial vinculada al deseo, al reconocimiento y al sentido del propio valor.
El deseo como condena: Schopenhauer y la frustración vital
Arthur Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos en advertir que el deseo no solo impulsa la vida, sino que también la atormenta. En El mundo como voluntad y representación, escribió:
“Todo querer nace de una necesidad, de una carencia, es decir, de un sufrimiento.”
El incel vive justamente en esa tensión: desea, pero no obtiene; busca reconocimiento en el amor o en el sexo, pero se enfrenta al rechazo o la indiferencia. Así, la frustración erótica se convierte en frustración ontológica: no solo siente que no es amado, sino que no es nadie. En este sentido, el sufrimiento del incel no es distinto al de cualquier ser humano atrapado en el ciclo del deseo insatisfecho, solo que amplificado por el espejo cruel de las redes sociales.
Kierkegaard y la desesperación de no poder ser
Søren Kierkegaard llamó “desesperación” a la imposibilidad de coincidir con uno mismo. En La enfermedad mortal explicó que el individuo desespera “de no poder ser lo que es”, o de “no querer ser lo que se es”.
El incel encarna esta doble desesperación: por un lado, no puede ser el hombre exitoso y deseado que la cultura contemporánea le exige ser; por otro, rechaza su condición real, considerándola un fracaso. Vive atrapado en un yo ideal imposible de alcanzar.
En palabras kierkegaardianas, su desesperación no es solo por no tener una pareja, sino por no tener un sentido en el ser. Y esa falta de sentido lo conduce, muchas veces, hacia la ironía amarga, la burla o el odio hacia el otro, especialmente hacia la figura femenina que percibe como inalcanzable.

Nietzsche: del resentimiento al nihilismo digital
Friedrich Nietzsche diagnosticó un fenómeno que describe con precisión la psicología incel: el resentimiento. En Genealogía de la moral escribió:
“El resentimiento se convierte en creador de valores: los impotentes hacen del mal ajeno su bien propio.”
En los espacios virtuales donde muchos incels se congregan, se observa justamente esta inversión moral: el desprecio hacia los “ganadores” (los atractivos, los exitosos, los deseados) se convierte en una identidad de resistencia. El fracaso se eleva a bandera, y el dolor se transforma en ideología.
Nietzsche habría visto en este movimiento un ejemplo de nihilismo reactivo: una rebelión sin creación, un no al mundo sin la fuerza de un sí alternativo.
Filosofía del cuerpo y reconocimiento
Desde la fenomenología, el cuerpo no es solo una cosa, sino una forma de estar en el mundo. Maurice Merleau-Ponty escribió que el cuerpo “no es un objeto, sino nuestra manera de tener un mundo”.
El incel, sin embargo, experimenta su cuerpo como obstáculo: un cuerpo que no encaja en los estándares de belleza o virilidad; un cuerpo que no es visto ni deseado. Este rechazo del propio cuerpo refuerza la alienación y corta la posibilidad de encuentro con el otro.
En términos hegelianos, el incel queda atrapado en un reconocimiento fallido: desea ser visto, pero no logra ser reconocido. Y sin ese reconocimiento, la autoconciencia se vuelve una prisión.
Conclusión: hacia una comprensión filosófica del malestar
El fenómeno incel no se resuelve con moralismos ni con burlas. Es un síntoma de un malestar más amplio: el vacío existencial de una sociedad que mide el valor humano por el deseo que despierta.
Como advertía Nietzsche, “quien mira demasiado tiempo al abismo, el abismo acaba por mirar dentro de él.” Los incels son, en cierto modo, quienes han caído en ese abismo del deseo no correspondido y del yo fracturado.
Pensar filosóficamente este fenómeno no significa justificarlo, sino comprenderlo. Porque solo comprendiendo el dolor que habita detrás del resentimiento podemos imaginar salidas más humanas —menos digitales, más existenciales— al desierto afectivo de nuestro tiempo.
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Muy interesante el análisis sobre todo la mención de estos filósofos tan particulares. Por un lado Schopenhauer y su particular relación con las mujeres. Y que decir de dos existencialistas y las relaciones de Nietzche y Kierkegaard con las féminas.
Me parece que también hay una fuerza llamada capital que nos cosifica (ser un objeto) y que establece estándares de belleza. económicas, etc.
Si bien se hace mención que el fenómeno incel afecta principalmente a hombres me parece que también a las mujeres. ¿Qué hay acerca de las mujeres hipersexualizadas? Físicamente cumplen con lo estándares de la sociedad pero también llegan a padecer este vacío debido a los estándares establecidos por la sociedad. En tanto no cumplan con ciertos requisitos quedarán obsolet@s.
¿Como actuar frente a este fenómeno?
Por último me gustaría compartir las siguiente referencias bibliográficas.
«Vacuo será el razonamiento del filósofo que no alivie ningún sufrimiento humano.» EPICURO.
«Las consolaciones de la filosofía» – Alain de Botton . Capítulo V (Consolación para el corazón Partido)
«El arte de amar» – Erich Fromm
Saludos filosóficos. «Migajeros del mundo UNIDOS».
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Gracias por comentar amigo.
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